"Los que
piensan que el humor reside en la capacidad de mofarse del contrario no
saben que quien lleva escrita la ironía en el código genético (que es
donde tiene que estar escrita) suele entregarse desarmado ante el lector
y mostrarle, en una desvalida desnudez, sus cicatrices infantiles, sus
manías, todo un catálogo de imperfecciones para someterlas a la risa
ajena. Sí, así de duro es esto. Tener gracia no consiste en decir que
una ministra tiene barriga. Para señalar la barriga de una ministra
hace falta que tú hayas mostrado muchas veces la tuya, o la de tu madre,
o la de tu señora; de no ser así, mejor sería que te miraras al espejo y
admitieras la tremenda realidad: mi lugar en el mundo es la revistilla
del chismorreo (la gratuita). La malevolencia española nos atrasa: es
autoindulgente, solo disfruta del defecto ajeno, no mide la crueldad, y
jamás llega a la esencia del humor moderno, esa en la que el cronista,
antes de disparar al prójimo ha de pegarse un tiro en el pie, para
recordarse a sí mismo que, cuando te atacan, duele.
Yo soy una
consumidora insaciable de columnas. Leo las de los columnistas que me
gustan y las de los que no. Leo las de otros periódicos. Leo columnas
infumables y otras en las que grito, Olé. Me aburren soberanamente
aquellas en las que el columnista tiene una obsesión ideológica y todos
los días la saca a pasear. Como si le estuvieran pagando de un partido
político (quién sab e). O como si el columnista se convirtiera en un
abuelo pesado que te repite veinte veces la misma cosa. A quien escribe
en los periódicos no le queda otra que mantenerse joven. Joven significa
tener siempre algo de aspirante a columnista serio, ser un poco tonto
(es muchísimo mejor que ser un listo), tener capacidad de asombro, no
acabar de casarse con nadie, ver el mundo con alegría y creer que en la
próxima limpia de colaboradores tú serás el primero que salga por esa
puerta. Cuando leo a un joven que cumple estos requisitos me entran
ganas de fundar un periódico y contraatarlo, o de arrimarme un poco a la
esquina de esta página para hacerle sitio. Siento ese entusiasmo lector
cuando leo a Manuel
Jabois, que ahora acaba de reunir en un
libro, Irse a Madrid, alguna de sus columnas publicadas en el Diario de Pontevedra, en El Progreso o en su blog. "Si te gusta escribir", le han dicho desde
siempre sus paisanos, "vete a Madrid".
Pero lo humorístico de la mirada
de Jabois es que es la del muchacho que no acaba de prosperar, la del
joven de provincias (como antes se decía) que convierte en oro las
noticias más insustanciales. A mí me daría miedo que el joven Jabois se
viniera a Madrid a hacerse un columnista de provecho, me daría pena que
dejara esa crónica de la ciudad pequeña, de los políticos locales y las
aventuras amorosas que no acaban de aterrizar en el mundo adulto. Me
daría mucha lástima que se peinara ese flequillo que le cae sobre la
cara, se hiciera mayor y perdiera el punto de vista del joven que
considera que, entre todos los desastres que la actualidad le pone ante
los ojos, el mayor con diferencia es él mismo. Si tuviéramos un rato
para charlar (lo tendremos) le diría que el mejor elixir para la eterna
juventud del columnista es el candor, que se mantenga lejos del humor
cañí, de los aduladores que quieren acabar de leer una columna con los
dientes llenos de sangre. Al cabo de los años, al columnista se le
distingue no solo por lo que escribe sino por los clientes que acuden a
su puesto en el mercado. Eso le diría." Elvira Lindo.
"Aunque
nunca había leído nada de él, su nombre no me era desconocido y me sonaba que
escribía relatos breves. Más tarde se me completaría esta información diciendo
que era columnista en un periódico y que en estos relatos estaba presente el humor. Cuando me
comentaron que nos iba a dar una charla sobre creación literaria lo primero que
se me vino a la cabeza, no lo voy a negar, fue que iba a perder clase; lo
segundo, que me iba a aburrir y me iban a pedir que escribiese algo, cosa que
odio ya que la imaginación se me corta.
Y entonces el profesor dio paso a Manuel Jabois… un hombre joven que
dudo que llegue a los treinta y pelo hasta debajo de las orejas que se prolongaría en forma de barba. Tenía un
cierto aire tímido y sincero, y un aire cómico, como si guardase sonrisas
dentro que solo translucían a través del brillo de sus ojos. Realmente no me
esperaba esto, al igual que no me esperaba su manera de hablar de la escritura.
Nos dijo que si tienes que escribir algo preferiblemente sea porque algo tienes
que contar, porque necesitas compartirlo. Que si quieres escribir, como en su
caso relatos de humor, lo mejor que puedes hacer es basarte en experiencias
reales, situaciones que causen una sonrisa ya de por si o simplemente cambiar
el narrador por uno más hilarante. Pero lo primero para poder reírte del mundo
es aprender a reírte con uno mismo. También nos habló de que no existe la
escritura como oficio sino como hobby, un hobby que no atiende a reglas ni a
horarios, que puede que no ganes tanto como un ingeniero nuclear pero no está
mal.
Lo que más me llamó la atención de Manuel Jabois es que realmente
parecía que improvisaba. Parecía que había venido sin
nada, sin esquemas, y aún por encima venía dispuesto a aprovechar la charla con nosotros para
tener algo de lo que escribir. Eso me hizo que se me hiciera una persona mucho
más cercana y por la manera en la que escribe sus textos creo que uno puede
saber como es su personalidad. Me gustaría darle las gracias por esos cincuenta
minutos para mí escasos y decirle que después de escucharlo, uno se plantea
escribir sus anécdotas más graciosas y vivir la vida de una manera más
optimista."
Ricardo Rodiño ( en colaboración con Adrián Melón). 4º ESO
18 comentarios:
Entonces el profesor de castellano dio paso a Manuel Jabois, justo después de la pausa de un recreo, en gran parte efímero debido a las ganas de más y más, llegábamos todos con cierto grado de exaltación y al entrar nos encontramos con la grata sorpresa de que el sujeto que nos iba a dar la charla era joven, lo cual condicionaría el taller sobre micro relatos humorísticos.
Lo realmente importante de estos talleres es el hecho de perder clase, aunque esta vez sería aproximadamente una hora. Una hora en la que comenzaría sumergiéndome en lo mas profundo de los océanos en un planeta a miles de quilómetros luz de allí para imaginarme a “la sirenita”(versión barbuda) bailando y cantando a lo Disney.
Pero no os equivoquéis, porque mis fantasías se verían altercadas ante un trabajillo que llamo mi atención, cosa que, sinceramente, es muy difícil. El ejercicio consistía en que nosotros escribiésemos un micro relato con aires ciertamente humorísticos a poder ser. Era una cosa que le interesaba realmente, pues comentó que era su “primera vez” y que quería relatar el mismo su experiencia con nosotros. Supongo que cuando todos comenzaron a escribir mi mente se quedó en blanco como de costumbre impidiéndome relatar nada interesante…
Sin embargo el taller me gustó bastante, que eso es mucho en mi, puesto que yo casi no encuentro emoción en estos asuntos. Se me quedo una sensación de cercanía con Manuel Jabois que me vale de mucho. Lo malo es que nuestro profesor de lengua castellana y literatura nos ha mandado el mismo ejercicio que él y ahora, como es de esperar, se me ha quedado la mente en blanco…¿Qué podría escribir…?
Y entonces el profesor dio paso a Manuel Jabois. Yo oyera hablar de el, pero no lo conocía con certeza, sabía que nos iba a dar una charla literaria, pero ¿como y de qué? Cuando lo vi por primera vez se me pasaron miles de cosas por la cabeza sobre lo que era o lo que dejaba de ser, podía ser cualquier persona, alguien normal que nos venía a dar una charla sin esquemas ni anotaciones, era diferente al resto de escritores. Pero también es cierto que a lo mejor no era un escritor, sino alguien que se había metido en su cuerpo, gracias al maquillaje o a la avanzada tecnología, no tenía ni idea, podía ser cualquier cosa. Empezó a hablar como alguien normal, que casi no sabía que decir y en ese momento casi se me hacían ciertas mis teorías, pero me gustaba lo que decía, era una persona muy agradable y cercana. Supongo que lo de cercana era porque era joven y hablaba con un lenguaje coloquial, parecido al nuestro de hoy en día. Mientras la charla avanzada me di cuenta de que era un gran escritor, que nos enseñó que para poder escribir no tienes que tener dotes narrativas, sino que lo único que necesitas es tener ganas de contar algo y que las experiencias personales son lo mejor. Y también nos enseñó algo importante, que hay que reírse de los errores y seguir hacia delante, y si te apetece, escribirlo.
MÓNICA BARRAL AGUÍN 4ºA
El profesor de Lengua Castellana dio paso a Manuel Jabois y creo que nadie se lo esperaba como era. Yo me esperaba más bien a un señor mayor, y que nos daría la típica charla sobre su especialidad. Pero no fue así, Manuel Jabois era un hombre joven y de aspecto despreocupado. Por lo que creo que por eso conectó tan bien con nosotros y nos sentimos a gusto con el. Yo no soy una persona con mucha imaginación y cuando nos dijo de crear nuestro micro-relatode humor lo único que fui capaz de escribir después de 15 minutos fue: El profesor dio paso a Manuel Jabois ... y de repente.. ENTRO. No ocupa media carilla como el resto de mis compañeros.. pero hay que reconocer que algo de gracia tiene.
Entonces el profesor dio paso a Manuel Jabois, según el texto que escribí en este taller, Manuel Jabois era un hombre bajo y apresurado que se afeitaba mientras nos hablaba del humor ¿ridículo verdad? Pues la realidad es más sorprendente si cabe, porque cuando nos hablaron de él y de que nos iba a hacer un taller sobre el humor, inmediatamente me imaginé un señor mayor, puede que jubilado incluso. Pero era un hombre joven con barba mal recortada a lo Che Guevara y un sentido del humor bastante ligero y actual sin dejar d ser intelectual y enrevesado. Me imaginaba que su taller iba a ser un programa teórico donde nos iban a dar unas pautas para poder escribir textos de humor, algo que yo no habría soportado puesto que odio tener limitaciones a al hora de escribir. Pero, como el mismo confesó, fue pura improvisación y al contrario de lo que yo pensaba al principio, su forma de ver el humor sin reglas, escribir lo que a ti te guste sin limitaciones. Esa es una teoría que llevo defendiendo desde que escribo textos y que pongo en práctica. A partir de aquel momento, ese hombre que yo imaginaba mayor, calvo, formal y poco gracioso y que resultó ser (como se diría comúnmente) un "cachondo mental" joven y liberal , se convirtió en un ejemplo a seguir. Espero poder seguir escribiendo sin límites y trabajando ese tea que tanto me gusta que es el humor, y gracias a Manuel Jabois podré hacerlo sintiendo más confianza a la hora de escribir mis futuros textos. Espero que se lo haya pasado tan bien con nosotros como nosotros con él.
Entonces el profesor dió paso a Manuel Jabois, yo me esparaba a un señor mayor y no muy alto, ya que la mayoría de los escritores famosos son bastante mayores. Entonces entró un joven escritor por la puerta, suficientemente alto y con bastante barba. Me llevé una gran sorpresa, pero de todas formas tenia cara de ser un buen hombre. Durante la sesión nos leyó relatos que él había escrito, unos me gustaron mas que otros pero en general me pareciron buenos relatos. Después nos mandó escribir un relato corto sobre su llegada al instituto, pero yo apenas fuí capaz de escribir 10 lineas... no lo terminé. En cuanquier caso no me he aburrido y me alegra que haya venido a nuestro colegio a darnos esta charla.
Y entonces el profesor dio paso a Manuel Jabois, y en cuanto entró por la puerta supe que aquel taller no sería como yo había creído, todo cambiaba con el simple hecho de que el escritor que venía a darnos una charla no era un señor mayor, con muchos años de experiencia. Manuel Jabois resultó ser un joven con pelo un poco largo continuado por la barba, su aspecto trasmitía simpatía, y amabilidad, pero sobre todo cercanía, por todo aquello supe que lo que en un principio creí que sería un taller como los de siempre, sería un taller algo peculiar, más divertido y ameno, pero con lo que aprenderíamos algo. Y por una vez no me equivoqué, esa hora que pasamos en compañía de este escritor se me hizo cortísima, e incluso por una vez perdí la vergüenza a que un texto mio fuera leído en público, además de que ahora sé que el humor no muerde, y que solo hay que intentarlo, ver las cosas desde otro punto de vista, y que solo debes escribir, si realmente te apetece. Creo que esta hora será un recuerdo que se me quedará grabado y que algún día escribiré, quizás con humor, quizás como simple relato o quizás en poema, no lo sé, solo espero que el día que decida hacerlo lo recuerde todo con una sonrisa, por que es lo que esta experiencia me ha trasmitido, sonrisas.
VIÉITEZ GARCÍA, Sandra 4ºA Nº21
El profesor dio paso a Manuel Jabois y cuando lo observé y comenzó a hablar,sentí como si ya lo conociera. No sé por qué, pero lo que si sé es que me transmitió confianza. De hecho, me sentí identificada con muchas de sus palabras. Cuando preguntó que quién escribía en casa, no levanté la mano, por verguenza quizás. Pero lo cierto es que me gusta escribir, por eso me sentí identificada cuando dijo que escribir era como meterse en otro mundo, como si le contaras a alguien por fin lo que nunca le habías contado a nadie. Sinceramente, me sirvió de mucho la charla de Manuel Jabois, ya que con sus palabras me animó a escribir más a menudo. Cuando tengo tiempo, cojo una hoja de papel y escribo lo primero que se me venga a la cabeza.
Escasos fueron para mi, los minutos que pasamos charlando con Manuel Jabois. Había escuchado hablar de el, pero nunca lo había visto, ni había leído sus libros y columnas.
En un primer momento me sorprendió mucho, no era tal y como había imaginado. Normalmente los escritores se presentan a una conferencia (o en este caso taller) con apuntes, esquemas, muchos libros,… cosas de ese tipo. El no, se plantó ante todos nosotros con su barba alocada, su melena al viento, y su Tablet debajo del brazo, con estilo. Por un momento llegue a pensar que no era el, que se había equivocado. Fue entonces cuando comenzó a hablar. Todos nos callamos y escuchamos con atención, en verdad la cosa era mejor de lo que pintaba. Su charla era totalmente improvisada, pero a pesar de ello, creo que fue uno de los talleres en los que más aprendí. Nos habló de varias cosas que para él eran importantes a la hora de escribir. Insistió mucho en el aspecto de que, para hacer humor sobre los demás, es fundamental reírse de uno mismo tres veces más que del resto. También nos comentó que para escribir lo principal es tener algo que contar, eso es lo más importante. Y que las experiencias personales suelen ser un buen tema para los relatos cortos.
Una de las cosas que más me llamó la atención, a pesar de ser un detalle sin importancia, fue cuando sonó el timbre de cambio de clase. En un día normal, la gente ya está con las mochilas prepararas para salir por la puerta lo antes posible, ese día no. Se notaba que Manuel Jabois nos había conquistado a todos, con su aire alocado, su mirada comprensiva y su personalidad calmada y paciente.
El profesor de Lengua Castellana dio paso a Manuel Jabois. Todos estábamos a la espera, expectantes, deseando conocer a la persona que nos daría el taller de microrrelatos. Me gustaría en ese preciso momento, conocer los pensamientos de mis compañeros, para así poder saber lo que se figuraban de Manuel Jabois.
En un principio me imaginaba a una persona mayor, con una ideología muy diferente a la nuestra y con una experiencia enorme, propia de una persona de cierta edad. El periodista resultó ser todo lo contrario, joven y muy cercano a nosotros, tanto por sus anécdotas (“Morir en Caneliñas”) como por el empleo de un lenguaje coloquial en todo momento. Me gustó que nos dijese que para escribir uno sólo necesita algo que contar y ganas de hacerlo. El mejor apoyo son las experiencias personales, aunque también podemos tomar como base ciertos hechos que recordemos, y con una pizca de imaginación, ser capaces de construir algo más que un simple hecho y lograr reírnos de nosotros mismos.
Cuando el profesor nos presentó a Manuel Jabois, yo me imaginé a un hombre mayor, de pelo canoso, con la tez arrugada, con gafas, que nos iba a contar cierta historia en la que nadie le haría caso. Pero no fue así, era joven, con un espeso pelo negro, una barba de hace unos cuantos días; y era de Sanxenxo. Nos contó un par de historias graciosas, que le sucedieran y que el mismo escribiera en sus libros. La mejor fue la historia de Caneliñas.
Nos hizo escribir un relato breve, en el que en vez de que apareciera él, fuera otra persona la que apareciera. Al final, nos lo pasamos mucho mejor de lo que pensamos que podía llegar a ser.
Entonces el profesor dio paso a Manuel Jabois, un hombre del que había escuchado hablar, pero no sé porque me lo había imaginado de otra forma, creo que es porque la mayor parte de nosotros relacionamos el término escritor a una persona mayor.
Parecía algo nervioso, debe ser duro pararte delante de un grupo de gente que te observa fijamente y tener que improvisar, pero pronto comenzó a contarnos cosas acerca de cómo y cuando había empezado a escribir e incitándonos a nosotros también a hacerlo.
Como actividad nos dijo que cada uno escribiese un relato de humor en un papel. La mayoría de nosotros no sabía ni por donde empezar, mientras que otros se dedicaban a escribir alguna de sus anécdotas personales con el objetivo de hacer reír a los demás compañeros.
Una vez acabada esa actividad, algunos de mis compañeros leyeron sus relatos, después Manuel Jabois comenzó a contarnos algunas de sus vivencias más graciosas acerca de las cuales ya había escrito consiguiendo que absolutamente todos estuviesen escuchando atentamente y riéndose también.
El taller de lectura no dio para mucho más, ya que sólo teníamos cincuenta minutos, pero para lo poco que duró la experiencia creo que todos aprendimos bastantes cosas, sobre todo que nadie nace aprendido, y que al principio todos cometemos errores en nuestra escritura, pero si lo seguimos haciendo mejoraremos cada día.
El profesor dio paso a Manuel Jabois, el joven que nos veía como mutantes, que asistía a la consulta del doctor atemorizado en la sala de espera por culpa de una señora con unarma recóndita tras la gabardina, el que escribía como la suerte le había dado una patada en el puñetero(*1) trasero hasta enterrarlo en la arena y el bullicio de un domingo en Caneliñas. Así de cómica, espontánea y fugaz, es la imagen que ha dejado en mi este columnista vecino mío que, sin esquemas, deshila el humor de las palabras en nuestros rostros. Porque lo cierto es que de eso iba todo esto, de humor, pero yo, que creo que eso es algo tan involuntario que no podría plasmarlo sobre el papel en ese momento, decidí perderme por la singladura de su imaginación, por el magín del jovenzuelo que como muchos de nosotros, como si de un pintor se tratase, abofetea todo lo que le rodea con las quiméricas manos de la inexperiencia. Sí, porque puede que sea precisamente su inexperiencia la que no le prive de domar cada uno de los grafemas, situaciones e ironías que sus historias nos pueden ofrecer, la que no nos aburre, la que consiga hacer de las futuras duchas de pagoen Sanxenxo un tema serio.
Espero que en este último año sigamos recibiendo a personas como él y que este siga sorprendiendo a muchos otros con su talento y humor.
Entonces el profesor dio paso a Manuel Jabois, y los semblantes aburridos de esperar a un hombre, que posiblemente les aburriría más, cambiaron al ver el rostro joven, aunque mal afeitado, de ese hombre del que apenas sabían nada y al que imaginaban más mayor y más serio. Al principio admitió no estar muy experimentado en eso de los talleres literarios, es más, admitió no tener ningún guión ni esquema y que improvisaría a ver como salía la cosa. Nos propuso la idea de hacer una escrito con la presentación que el profesor hizo de él; en el mío aparecía como un hombre apresurado que se afeitaba mientras nos daba el taller. La parte que más me gustó de este escritor con barba a lo Che Guevara, fue su sinceridad y su sentido del humor que sin meterse con nadie (o con casi nadie) hace reír a la gente, además defiende los mismos ideales sobre la escritura libre que yo, defiende una escritura a la que solo debería limitar las normas ortográficas y poco más, no verse privado de la libertad de expresar algo por culpa de normas impuestas para hacer un buen texto ya que un buen texto es precisamente aquel en el que reflejas una idea propia y personal y con el que tu estás satisfecho, si no estás satisfecho con un texto que tu escribes nunca llegará a ser bueno. Espero que Manuel Jabois disfrutase tanto de nosotros como nosotros de él, espero que esta nueva experiencia le enriqueciera como lo hizo con nosotros y ,¿por que no? Espero que algún día llegue escribir algo cómico sobre esta experiencia.
Entonces el profesor dio paso a Manuel Jabois. En un principio pensé que sería un viejo, ya que muchos escritores lo son. También barajé la posibilidad de que fuera un chavalín, un Mozart de la vida. En cuanto entró por la puerta todos eses pensamientos se desvanecieron. Apareció un joven de pelo un poco largo y despeinado con una barba de tres o cuatro días. Me recordó al Cid, al Don Juan, a un Don Quijote en sus mejores años.
Cuando empezó a hablar tenía un tono un tanto nervioso que a medida que avanzaba la charla se iba relajando. Luego nos soltó unos cuantos consejos para mejorar nuestros escritos. Nos habló del humor, de que era y de cómo podíamos plasmarlo a la hora de escribir. Resultó ser una interesante charla en la que se enriqueció mi pobre faceta de escritora.
Martes, cuarta hora, el estómago saciado por un suculento bocata de la cafetería y, sin ser de extrañar, unas ganas tremendísimas de irme a casa. Entonces nos conducen hasta la biblioteca, puesto que tocaba taller de lectura, cosa que, como no, yo había olvidado. Nuestro profesor de lengua da la entrada a Manuel Jabois, y como curiosos niños de 15 años que somos, todos los que estábamos allí levantamos la vista y nos quedamos contemplando a aquel joven, de pelo abundante y andar perdido, que en unos munitos nos deleitaría con sus experiencias escritas. Un error que solemos cometer es que pensamos que todos los escritores y escritoras son personas de mayor edad, y no es así, para nada. Si es cierto que la experiencia, junto con la lectura, es la base de toda escritura que hagamos, ya que cuando nos mandan redactar un relato o historia, lo primerísimo que nos viene a la cabeza suelen ser historias que hemos vivido, pero algo modificadas. Esto último nos lo dijo Manuel en el taller, y acto seguido nos leyó un relato basado en experiencias que había vivido, que resultó ser bastante divertido. Cuando ya llevábamos una media hora allí sentados, nos comentó que era su primera “charla” y que estaba un poco nervioso; como todo escritor nos habló sobre lo que era para él escribir y la importancia de la lectura, pero hubo una frase, que no recuerdo bien, pero que me hizo pensar… Nos dijo, con otras palabras, que en un taller de escritura no se aprende a escribir, y algunos compañeros no entiendieron bien el significado de esa frase ya que pensaron “¿no se supone que debería impulsarnos a la escritura?”, pues si, pero tenía razón. Estoy de acuerdo con él, creo sinceramente que cualquier persona puede llegar a ser buena escribiendo, sólo necesita devorar cantidad de libros, y sobretodo, necesita sentirlo. Claro que en un taller no vamos a aprender a escribir, eso tiene que salirnos de dentro, tiene que ser algo que necesitemos plasmar y lo hagamos de esa forma; porque una persona que no ha escrito en su vida, no creo que por asistir a una de esas “charlas” vaya a empezar… pero esa es solo mi opinión. Por último decir, que me ha parecido un buen “modelo a seguir” este joven, me ha gustado su forma de hablarnos y espero tener tiempo a leer más relatos suyos; espero también algún día, por medio de la escritura, llegar hasta donde está él.
Entonces el profesor de castellano dió paso a Manuel Jabois, después de un recreo que, normalmente, nos sabe a poco. Entramos en la biblioteca para oir la charla y nos encontramos con la sorpresa de que Manuel Jabois era joven, alto y a primera vista bastante guapo. Todos nos quedamos asombrados al ver que no era como la mayoría de los escritores, y cuando empezó a hablar lo transmitía todo con sus palabras. Lo cierto es que no todo el mundo lo escuchaba, sobre todo cuando hablaba más bajo. A mi, individualmente, con sus palabras me transmitió muchísimo, se podría decir que ese tiempo de nuestras vidas no fue desperdiciado en vano. Después nos tocó a nosotros el papel de escribir un relato que, según él, debía tener un carácter un tanto humorístico. Como siempre yo no sabía que decir, por mi mente pasaban todo tipo de tonterías que me hacían gracia, pero ninguna me parecía adecuada para ese momento, ya que tenía que entenderlo todo el mundo. Miraba hacia los lados, sin saber que escribir, pensando en cosas a las que se les pudiera sacar una parte humorística, pero nada. Justo después, Manuel Jabois nos leyó uno de sus relatos humóristicos en el que relataba una de sus historias de amor, y la verdad es que de una historia que, en otro momento nos hubiese parecido trágica, nos hizo mucha gracia a todos.
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